Nos preguntamos por las cosas, por esas que no se acaban nunca. El cuerpo, es una de esas cosas. Nos pensamos, rodeamos, nos ingerimos como el café. Y basta no hallar una respuesta para echar un vistazo a otro cuerpo y entender (buscar, como quieran), de nuevo, esa respuesta. Sin embargo, la pregunta se hace más tediosa y asquerosa cuando no hallamos nada en ese otro cuerpo. Sin ropas sin palabras, el cuerpo no lo desarmamos. Nos desarmamos, damos de baja nuestra paciencia.
Instalados en nuestro cuerpo o en el cuerpo del otro, hallamos respuestas superfluas, casi invisibles. Imperceptibles a la luz artificial. Casi visibles a la luz del mediodía. Sin embargo, instalados, casi apoltronados, seguimos en silencio o con palobrotas intentado calmar la violencia de nuestros preguntas sobre el cuerpo. Me dieron cuerpo, me hicieron cuerpo, me han hecho cuerpo. Qué necesidad habrá de saberlo.
"El cuerpo se mide con los pies", "el cuerpo se destruye con las manos", "el cuerpo es nuestra soledad", "el cuerpo es el castigo", "el cuerpo es el medio", "el cuerpo es el templo", "el cuerpo son pensamientos", "el cuerpo es silencio", "el cuerpo es cuerpo", "el cuerpo es y será cuerpo, más nada". ¿Y para usted qué es el cuerpo? ¿Qué es ese lugar, ese sótano, esa demencia?
Basta dos vinos, dos cervezas, dos tragos extraños y... no me acuerdo que hizo mi cuerpo. Y, entonces, preguntamos, a lo estoico: ¿Ja, qué hice con mi cuerpo? ¿Qué ha hecho él conmigo?
Absoluto silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario