27 jul 2010

24 jul 2010

70° Pasaje (A modo de júbilo)

Este camino se hace al andar, al correr, al sentir, al cuestionar.

Y ahí estaba ella, la vida universitaria, de la que muchos hablan y pocos conocen a fondo. Los márgenes y las centralidades de la vida universitaria son el suelo de batalla y debate, en donde el silencio y la sonrisa no-franca son las protagonistas y el inmenso objetivo a destruir. Cinco años de estudios integrales y humanísticos que se han simbolizado en diez años, permitiendo que la voluntad de saber se haya trasladado a la voluntad de cuestionar. Y aquí, una de esas virosis del Trópico de Cáncer, la pregunta, el bizarro cuestionamiento, se ha quedado para no partir. Es esto lo que constituye el ser ucevista, el ser estudiante de la Universidad Central de Venezuela: ser incubado por la simetría cuadrada y la unicidad de pensamiento dislocado, o ser incubado por la asimetría diversa y la polifonía del pensamiento cuestionador. En esto se debate el estudiante universitario, por lo menos, el ucevista. Su lucha no es contra el tiempo, sino contra la loca hazaña de los ahorcamientos académicos. Este ser no se ha de constituir en preguntas, sino en los procesos de formulación de las preguntas. En pocas palabras, ser la grave cefalea que nadie quiere tener porque esta recuerda constantemente a la realidad.

Apartaos de la sinrazón del ejercicio de la razón, parafraseo los voceos filosóficos de la revolución del pensamiento ucevista. En esto y de esto se vive el tiempo de estudios en la universidad. De la dicha de luchar, de la dicha de reír, de la dicha de disfrutar, de la dicha no dicha por respeto a la dicha universidad. Hoy se goza la ignorancia de punta a rabo universitaria, hoy se lucha la palabra de cabo a rabo universitaria. La sonrisa y el silencio van de la mano de todos los espacios del poder universitario, el espacio de estudiar, el espacio de conversar, el espacio de discutir, el espacio de cuestionar, el espacio de poseer, el espacio de coquetear, el espacio del no espacio ya conquistado por el ignorante, ese ignorante que se sienta en el mismo pupitre que mi persona. El ignorante silencioso que ha preferido elegir la no pregunta, la no cuestión, la no sobriedad, la no de los grandes no: negarse a su tiempo. Alinearse a la TV de sus instintos. Profundamente, eternamente, esto se ha quedado para no irse. “Arrójame la piedra si puedes”.

Hoy, a pocos pasos del fin del inicio y del inicio del mismo fin, ha de intentar este joven ucevista morderse la cola con una toga y un birrete. En lo que intentará mantener su acallado aplauso para dar inicio a una cruel batalla consigo mismo y contra su más próximo prójimo.

“Por los signos de los signos”, bien querido Brito García, hasta el silencio siempre.