Mi cuerpo ha accedido a un extraño ritual de sensaciones. En este mundo, le solemos llamar abstinencia. En otros, privación. Y en unos cuantos, liberación. Sin embargo, este avatar que toma mi cuerpo, no tiene significado alguno. Es una simple época corporal donde se congelan aún más la nieve y las hojas. Y me pregunto: ¿es posible encontrar la liberación en una época tan hostil que el mismo cuerpo se impone? Y me respondo: sí, lo es. Es posible abrir mis ojos congelados.
¡Qué extraño es esto!, hallarse mudo, sin boca, sin labios. Hallarse en una taza de frío licor. Y no soy yo, sino mi cuerpo. Un extraño pedazo de mí a la deriva del cielo. Volando, inerte, de nuevo. En abstinencia de palabras escritas, sólo de electrónicas. Un cuerpo sometido a sus límites. No intento hallar explicación a esto. No intento describir. Sólo explorar.
Este es un ritual de emociones cutáneas. La risa es hipocresía, la palabra diplomacia. Mi cuerpo es la copia exacta de otro cuerpo, de otros cuerpos. Una piel que se parece a otras pieles, una palabra que se parece a otras palabras. Lo he percibido: esos cuerpos han dejado sus huellas en mi cuerpo. Como transferencias de fantasmas, de puertas. Una luz ha quedado en estas manos.
¡Qué belleza! ¡Qué honor! Vivir el invierno de mis manos. Hallarse sin sentidos, sin prejuicios. Libre de todo sentimiento bueno. Atado al primer movimiento, la mirada. Basta.
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