Al son de tus dedos coloreo mis manos, como si bien supiera manejar mis recuerdos. Olvido tus manos, me olvido del santo y seña, de ese juego de manos. Ya nos olvidamos del acariciar de nubes. De ese tonto juego del que pertenecemos. De ese tonto instante que solemos llamarle culpa, silencio, culpa.
¿Cuál borrasca nos lleva, nos trae, nos vomita? No lo sé, ni que fuera Dios para responder tal pregunta. Pero hay una sola cosa que no sabes, y es mi presente. Esa tortura que flagela y me da placer. De ese ir y venir que no dice nada y hace mucho. Ahora pruébame, para que sientas cuán áspero y frío estoy hoy día.
Dicen que mi palabra es erótica, dicen que mi palabra es maldita, dicen que mi palabra está condenada, dicen que mi palabra pertenece a un hombre, dicen que mi palabra no es mi palabra, dicen que dicen, dicen que soy, y a fin de cuentas, no dicen nada, no dan con una.
Esa noche fue peligrosa. Tras el baile, tras el vino, tras el perfume, lágrimas, sudor, paciencia, nada, mucho y nada. No le consigo sentido, ni me lo darán. Esa noche dejé la pluma en tu habitación, en ese mundo a media luna, tan vacío es tu cuarto. Ahora siendo responsable de mi caída, espero por mi pluma.
¿Qué te trae a este mundo de mortales, pobre hombre? “Ser libre, señor.” Haz silencio que haces ruido. No hay espacio para terceros, para indignos, para cuerpos sucios. Y a fin, no hay espacio para libertad alguna. No la pienses, no la veles. Despídete ya de tu cuerpo, que vuestro cuello espera.
Palabrotas pronuncia tu placer, palabras pronuncia tu cuerpo. Desdibújate, hazte sábana, que el silencio baila por nosotros, penitentes de esta vida. Tus andanzas ya no valen nada, arrodíllate, recibe este amor, que nadie puede decir nada. Dile a tu alma que se calle, que haga silencio, que perturba la mía.
Noche bendita, vocifera mi perro. Grita, aúlla, ladra, se transforma en algo. Perro no te agites, no te alarmes. Quédate allí. Que él no hace nada, él no se mueve, no respira, no siente, sólo quiere de nosotros. Él se quedará en esa esquina, silencioso, sólo nosotros, querido dog, podemos verlo. So.
Cansado de este silencio, me canso de mí. Me tomo un baño caliente y me quedo tres horas bajo la ducha. Pensando en ti, en tu cuerpo, en esa distancia que nos aleja. Te dije una vez: “tú allá y yo aquí”. Ahora me arrepiento. Me arrepiento de este destierro que impuso el destino.
Suelo hablar con la lluvia que cae sobre mi rostro, pero ahora, no lo hago. Me da nostalgia. Me toman los celos, me hacen el amor, lucho con ellos. Es un asunto de violencia. Mi sangre, la que sale de mi boca, me lava el pecho y el corazón se relaja, se toma un instante. Respira para regresar a la lluvia que cae.
¿Qué pasa, amante? ¿Le temes a mis manos y a mi silencio? No te detengas, no hagas pausas en esta respiración. He crecido, estoy a la altura de tu voz. Puedes domarme, pero aprendí del buen oficio. Puedes gritarme, pero tranquilo. Nos vemos en la oscuridad, o en cualquier rincón, y conversamos.
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