4 may 2011

121° Pasaje

Entre el closet y el corsé

El mismísimo punto central neuronal e intestinal de la sociedad, lo podríamos dividir en dos, los seres del closet y lo seres del corsé, unos y unas para allá, y otros y otras para allá. No puestos en enfrentamiento, no puestos en lucha, no puestos en consenso, no puestos en la mera dinámica, solo puestos ahí, como los puestos del bus.

Unxs en el proceso de los closets: el closet de las golosinas, el closet de la envidia, el closet erótico, el closet empresarial, el closet sexual, el closet lúdico, el closet del enviciadx, el closet de lxs radicales, el closet de lxs conservadorxs. Otrxs en el proceso de los corsé: el corsé de la flacura, el corsé de la gordura, el corsé del libre pensamiento, el corsé del cerrado pensamiento, el corsé de los deseos, el corsé de la libre sexualidad, el corsé del libertinaje. Un par de bloques adjetivizantes, castrantes, y extrañamente liberadores y categorizadores; sí, es polémico que una categoría que adjetiviza y, a la vez, castra y libera. Libera para castrar y castra para liberar.

La sociedad baila entre el closet y el corsé, y vaya cuando se atreven ciertos sectores en ser versátiles, es decir, de un closet al corsé (y viceversa) corriendo el costo de la complejidad (de su ser). El asunto sináptico es el veloz momento cuando un closet y un corsé se identifica, sintomatiza y estigmatiza con algún sentimiento y/o sensación. Cuando el closet se saborea a soledad, cuando el corsé se saborea a belleza impuesta, a orgasmo fingido, a amor obligado. Cuando el closet se saborea a mango podrido, a durazno reseco, a flor artificial. Cuando el corsé es una sonrisa falsa y una palmada en una nalga. Estar entre estos closets y estos corsé no es tarea fácil, es una versatilidad compleja, cínica y autohipócrita.

La sociedad está en el deber de mejorar su estadía en algún lugar más allá de un closet y su cuerpo, lo que entienda la sociedad por su cuerpo, más alla de un corsé. No sé, eso digo yo, uno que aún el más allá se le hace muerte chiquita.


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Gracias Mireia Sallarés por esa conversación.

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