Hay soledades incomprensibles. A veces considero que Platón -y su parranda de San Millán- tenía congruencia: hay bellezas incontenibles, se desbordan.
Ese eres tú, buen hombre, dulce joven. Condenado a un devenir de preguntas y respuestas en permanente diálogo. Eso eres. Una bendición y una condena en sí misma, en la raíz.
Es este momento donde trastoco con esa idea helénica del amor entre los amantes como el fin único de búsqueda de la belleza del conocimiento. Conocernos a sí mismos es una terrible y traumática experiencia. Pero la única ruta para lograr el siguiente y tranquilo respiro.
Que dulzura le pones a la existencia. Eres duro contigo mismo, he ahí tu implacable lección conmigo.
Gracias, desde la sierra te saludo.