La noción de la distancia y los procedimientos de la mentalidad
Quisiera reflexionar un tanto sobre los procesos personales y particulares que implica la distancia en dos sentidos. El primero es la propia distancia de estar lejos de casa, pero en plena aceptación del en sí, del estar lejos. Sin el peso, sin la nostalgia, solo la alegría que ha sido una decisión pensada y asumida. No es mi familia ni mi tierra a quienes les voy a cargar el peso del quejumbrar, que no les pertenece, o de una nostalgia que nos les compete ni les obliga. La distancia es el viaje perenne.
El segundo, en cambio, es el aprendizaje específico en Asia. Guardar la distancia o guardar "las distancias" solía escuchar cuando hablaban o se referían a mi imprudente proceder corporal, incluso verbal. De repente, dos años después de estar en China, de tanta socialización y corporeización de mi lenguaje, me encuentro con la habilidad aprehendida de guardar silencio, de esperar a lo que habla el otro, de no tocar, no abrazar de primera mano, de guardar la energía, de contener la impulsividad caribeña permanente. Al principio consideré que era represión el hecho de la contención. No obstante, con el transcurrir de los meses, comprendí que son estados internos y de subjetividad propios de las culturas asiáticos, y por qué no, de ciertos grupos sociales minoritarios latinoamericanos y caribeños que no permiten la proximidad.
La distancia me ha permitido escuchar mejor, mesurar la caribeñidad impulsiva, no sé ahora si específico lo caribeño en tanto amor, sol y viento fuerte, pero sí al menos mi rápida e inquieta naturaleza de la no calma. Ahí, como cuando el actor aguarda su salida a escena, contemplando cada espacio y ángulo del escenario, pues es así esta distancia física y emocional. Aguardar ante lo que acontece, a veces fluir con lo que pasa, con lo que me dicen, con los gestos o el silencio con que lo dicen; otras veces, simplemente estar atento observando con el por qué formulado en la mente. También es contener la entrega apasionada latinocaribeña, contener esas ganas de saludar afectuosamente, contener el abrazo, contener la entrega, y dar paso inmediato a la presencia sin contacto, sin roce, solo la instancia de la fisicalidad.
¿Se podrá vivir sin los abrazos? No lo creo, pero se puede volver habitar el mundo sin el mundo al que pertenecía para explorar otro vivir la vida con otras instancias, otros lenguajes y otros gestos. De eso se trata, el conocimiento adquirido y transitado durante estos largos meses en el sur de China. Un volver habitar, un re-explorar otro sitio y otro lugar, un estar y un yo sin yo. ¿Cuesta? Claro que cuesta, tiene su valor y su peso de transformación matérico y espiritual, además de cognitivo y racional, emocional y sentimental. La distancia como campo de conocimiento es un hecho y un proceso, en tanto el primero como acto que acontece y disuade las creencias propias subsumidas en el contexto demandante, y en tanto el segundo como continuo de experiencias secuenciadas, entramadas, por fases de duelo, lucidez, dolor, amor, y perplejidad silenciosa.
He aquí un poco del proceso mental de estos años.