Lo único que puedo decir del paseo por la pradera que tuvo Eros con Apolo, es que lo disfruto, lo padezco, lo gozo, lo grito... y me pregunto ¿por qué ese paseo lo deja a uno, como al otro, perder todo tipo de cuidado, barrera, sentido, concentración, incluso horizonte para ganar a cambio ternura, embobamiento, paciencia, incluso un constante fuera de sí?
Mancera (ito)