Esa vez te observé de noche, masculina e inmensa, rodeada de luces, tiernamente fría. El silencio de tus calles. La ida de ti a ella fueron cinco horas. Las calles planeadas y custodiadas por simpáticos cachorros e inmensos caninos. Fríos anaqueles me llevaban a comprender que es tu gente calmada y tranquila, que bien poco respira, pero que bien mucho piensa. De noche y de día eras tierna. Siete días civiles me poco bastaron para conocerte y decirte: "encantado de conocerle". Día a día, ahí estaban tus andares. Parsimoniosa. Muy masculina, recurrente a mis gustos y detalles por la arquitectura ciudadana.
La habitación y tu voz eran pesares pero halagos de tus propios logros. Supiste enseñar a este joven aprendiz la necesidad de innovar, de generar, de crear la idea oportuna común y en acuerdo a un verdadero Todos. El restaurante, la casa de los pequeñines, el Cairo, los túneles del puerto, el contemporáneo de hilos de maíz, la lucha espacial de la memoria, el ciencias inundado de llamas, ahí. Todos y cada uno de esos espacios. Esos eras tú. Tierna, insurgente, creativa.
Has hecho de este humilde, un joven altruista comprometido. Visionado por ti en pro de su propia tierra, de un pequeña Venecia interminable. Has hecho en un amante, un ser formulante. No interrogante, sino formulante. En ello ando, y a ello te debo. Pronto estaremos juntos de nuevo. La fruta contemporánea del galpón de artes será la merienda que tanto queremos.
A ti, por ti
Rosario de Argentina
Buenos Aires, latente.
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