Bendita hora en que vienes ante mí y no tengo respuestas, sino un largo silencio. Tú, sin armas, sin vestiduras, sin sandalias. Calma, mi regazo es tuyo. Queda poco tiempo para tu ahogo, es inevitable. Estaré allí, contemplando tu muerte. Ese instante cuando el cuerpo se duerme entre sus propios huesos y se inicia esa danza de olores particulares. No temas, hacia ese fin vamos todos.
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