7 sept 2016

166° Pasaje

Hay soledades incomprensibles. A veces considero que Platón -y su parranda de San Millán- tenía congruencia: hay bellezas incontenibles, se desbordan.

Ese eres tú, buen hombre, dulce joven. Condenado a un devenir de preguntas y respuestas en permanente diálogo. Eso eres. Una bendición y una condena en sí misma, en la raíz.

Es este momento donde trastoco con esa idea helénica del amor entre los amantes como el fin único de búsqueda de la belleza del conocimiento. Conocernos a sí mismos es una terrible y traumática experiencia. Pero la única ruta para lograr el siguiente y tranquilo respiro.

Que dulzura le pones a la existencia. Eres duro contigo mismo, he ahí tu implacable lección conmigo.

Gracias, desde la sierra te saludo.

165° Pasaje

Hay tormentos tan permanentes que se vuelven exquisitos y placenteros. Noches enteras despierto esperando la llegada de cualquier muerto, premonición o idea sobre este andar de curiosidades e investigaciones.

El cuerpo se queda despierto atento a todos los detalles del universo, escuchando como crujen los dioses sobre cada pedazo de tierra. Pasan las horas revisando cada duda que se presenta ante sí. Vasos infinitos de agua aclaran la mente y la decisión.

Estas son mis noches enteras que a veces en casa jamás podrán entender. Menos un dulce compañero, que la vida no ha sabido dar, por ahora, diría alguien por ahí.

Quisiera conciliar el sueño y la certeza. Pero la vida es implacable y solo se puede tomar un camino. Certezas que algún día llegará la hora de tomar la siesta y durar un poco más.

Los libros siguen cayendo solos de la biblioteca.